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01/07/2021 RELATOS DE NAVEGACIÓN

El barco no responde, 
pero el motor se enciende y embraga

Verano de hace unos años

 

Recuerdo que hacía un viento maravilloso. Dudamos en salir, puesto que veíamos a los barcos volver a puerto, en vez de salir. Hacía viento. Pregunté a un marinero, cómo lo veía.

 

– Nosotros vamos a vela y en dirección norte.

 

Me dijo que estaba bien. La meteo estaba fuerte para las pequeñas embarcaciones a motor. Bueno, y no tan pequeñas. En cualquier caso, nosotros íbamos en mi velero de 10 metros.

 

Qué navegada tan preciosa, solo con el génova, un largo dónde las olas nos empujaban. Bailábamos sobre el mar. Recuerdo disfrutar muchísimo. Viento. Mucho viento. Nadie en el mar, todos los barcos recogidos en puerto. Navegábamos hacia el norte y sentía pura felicidad. Toda la travesía. Nos acercamos a la punta de garbí de puerto de Sant Feliu de Guíxols, nuestro puerto de destino. Y encendimos motor. Me fui a proa a bajar el génova, no teníamos enrollador. Íbamos con la magia de navegar con garruchos. Así que con la olas y el viento me aventuré a llegar a la proa. Uno de los primeros aprendizajes (que ya apliqué en la vuelta de este viaje) fue ir a proa sin ir atada y sin chaleco. Bajé todo el génova. Fue precioso, me encanta bajarlo a mano y tocar toda la vela.

Navegar a vela

Y entonces maniobramos con el timón para ir hacia puerto, pero el velero no respondía, como si no reconociera la orden del timón. Qué raro, pensé. Le di más gas y el sonido del motor resonó fuerte en el mar. Pero ahí seguía sin querer obedecer. Había muchas olas. Hacía un viento fuerte que durante toda la travesía fue en aumento y seguía subiendo. Era un garbí fuerte. Precioso al navegar pero que ahora me hacía empezar a preocupar. Con toda la caña del timón hacia estribor, el barco no se inmutaba. Era muy raro, el motor estaba encendido y al darle gas, subía de revoluciones, pero el barco no obedecía.

 

-¿Será que el temporal es tan fuerte y las olas cada vez más grandes, que el barco era incapaz de sobreponerse? – pensé.

 

Pero lo desestimé, no podía ser. Es un buen velero, no lo entendía.

 

Llamé a puerto por la radio pidiendo consejo, para saber qué podíamos hacer o pensé incluso si nos podrían venir a ayudar o remolcar. Su respuesta me dejo atónita…

 

-Sepárese de las rocas, de la costa.

 

Entonces decidimos pensar e intentamos seguir hacia el norte navegando, separados de la costa, hasta que el viento se calmara y pudiésemos entrar en otro puerto, más a norte. Así que me fui de nuevo a proa, al palo, para subir la vela desde allí, no tenía las drizas redireccionadas a la bañera, se quedaban todas en el mástil. Así empecé a subir el génova, pero claro no podíamos poner el barco proa el viento, ya que no nos respondía, y el ejercicio de subir el génova fue eso, un ejercicio complicado. No conseguía subirlo, hacía mucha fuerza, incluso con el molinete del mástil… Entonces lo dejé a medio subir.

 

-Tal vez la mayor, al poder tenerla cazada y con la guía en el centro de la bañera, podré subirla mejor – pensé.

 

Lo intenté y empezó a romperse. Y paré. Entonces mis nervios ya estaban más a flor de piel. Y miré el génova y vi cómo se iba rompiendo de un extremo al otro. Por más de un punto, el viento fuerte hacía que se desgarrara poco a poco cada vez más. Y entonces me empecé a poner más nerviosa. Me puse a intentar bajar el génova para cambiarlo por otra vela más pequeña, pero no podía. Había muchas olas, yo subía y bajaba en la proa del barco, y volvía una vez más y otra, pero no lo conseguía, el movimiento era tal que me era imposible poder maniobrar a la vez que mantener sujeta al barco para no resbalar con el agua que entraba por proa.

 

Volví a la bañera y desde ahí fuimos viendo cómo el génova se fue rompiendo entero, de un lado a otro, hasta que solo se sujetaba por un pequeño punto de tela. Cogí la radio y llamé por el canal 16.

 

-MAIDAY, MAIDAY, MAIDAY – dije nerviosa.

 

Ese día aprendí que debería haber llamado PAN PAN. Pero creo que es de esas cosas que aprendes navegando más que sobre el libro. Ya no me acordaba de lo que debía hacer, pero el MAYDAY todo el mundo lo recuerda, así que llamamos. Y conseguimos respuesta cortada. No conseguimos comunicarnos fluidamente y desconocía si nuestro mensaje había llegado. Estábamos sin control del motor y poco a poco íbamos perdiendo velas. Tampoco sabíamos cuándo el viento bajaría, ya que todo parecía que cada vez iba a más. Seguí intentando conectar con la radio. Pero no obtenía respuesta.

 

Entonces, a lo lejos nos parecía ver una lancha de salvamento marítimo. No había nade más en el mar. Raro, al ser un día soleado de verano. Las olas y el viento habían mantenido a los barcos en puerto. Veíamos como el barco de salvamento se iba acercando cada vez más, hasta llegar a nuestro lado y entonces, uno de los marineros por la borda nos pregunta chillando (si no lo hubiera hecho así no lo hubiéramos escuchado) si nosotros habíamos llamado por la radio por ayuda. Sí, así era. Estábamos salvados, pensé. Literalmente lo pensé.

 

Me pasaron dos cabos que até a las dos cornamusas de proa, un cabo a estribor y otro a babor. Tras la señal nuestra de “okey, estamos atados”, empezaron a remolcarnos hasta puerto. Estaba tensa, me temblaba todo. Al llegar a puerto, nos soltaron para que nosotros hiciéramos la maniobra de entrar en el amarre que en el puerto nos indicaron, pero al encender el motor y querer maniobrar, el barco seguíais responder. En ese momento, quedó claro que no era que el barco no respondiera delante del temporal, algo más pasaba. Con una motora del puerto, nos remolcaron y nos ayudaron a poner el barco dentro del amarre.

 

Una vez amarrados, me desplomé.

 

Lloré.

 

Me salió toda la tensión en forma de lágrimas y me desmonté. Estuve un par de semanas con los músculos del cuerpo entero con tensiones y dolores.

 

Ya con más calma, al día siguiente, nos pusimos a investigar qué era lo que estaba ocurriendo. Y nos dimos cuenta que había un spring del puerto anterior que lo llevábamos arrastrando y que no se podía recoger, es decir estaba enganchado, probablemente con la hélice. No nos dimos cuenta antes porque al bajar el génova se queda todo encima de la cubierta al lado babor y el spring caía por ese lado y quedaba totalmente camuflado con la inmensa vela. Bajamos al agua y efectivamente el spring estaba enganchado con la hélice. Navegando no pensé que podía ser eso. En alguna ocasión anterior ya había enganchado un cabo con la hélice pero lo que pasaba en ese momento al poner timón era que al embragar, se paraba. Pero esa vez fue diferente, el motor embragaba sin problemas.

 

Desenredamos el cabo, lo cortamos con una navaja.

 

Entramos dentro del barco y desmontamos el lateral que cubre el motor para poder tener acceso y vimos el problema. La pieza que une el motor con el eje de la hélice, estaba partida en dos. Por eso el motor embragaba y no respondía el barco. La pieza se rompió de la presión del spring en la hélice y esta al intentar girar. Tuvimos que pedir la pieza de recambio y cambiarla con paciencia. Fue un gran aprendizaje todo.

 

Siempre recordaré con cariño esta experiencia, por lo bonito de la navegada, como la tensión vivida y todo lo aprendido.

 

3 APRENDIZAJES DE ESTA EXPERIENCIA:

 

1.- Con mala mar, si tienes que moverte por la cubierta, dejando la bañera, mejor ir con chaleco y línea de vida.

2.- Antes de salir a navegar, revisar que no hay ningún cabo en cubierta que pueda en un descuido caer al agua.

3.- Saber que aunque el motor se encienda y embrague, puede ser que no esté llegando la orden a la hélice.

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